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jueves, 26 de junio de 2008

Simplemente irresistible, Rachel Gibson







«Érase que se era… una chica que a pesar de ser muy guapa, no parecía muy lista... »



Y así podría haber empezado el libro... Es una historia que nos puede sonar a todas. Sobre todo si la chica guapa pero tonta, es rubia. Pero no, en este libro no nos vamos a encontrar con una chica así a pesar de lo que parezca al principio.
Para empezar Georgie es morena, sí, es una chica guapa, muy guapa, pero por desgracia para ella crece en una época en la que ser disléxica es sinónimo de ser tonta. Así que desde muy pequeña se ve forzada a utilizar su físico para ganarse la vida. Es así como, al principio del libro, se encuentra a punto de casarse con un hombre muy, pero que muy rico que podría ser su abuelo. En ese momento, Georgie se da cuenta de que no puede seguir adelante con esa boda y sin pensárselo dos veces pone pies en polvorosa. Cuando cruza la puerta para irse, se encuentra lo que a sus ojos parece un príncipe encantador dispuesto a salvarla, John Kowalsky, que en realidad es un curtido jugador de hockey que lleva una vida un tanto salvaje debido a algunas circunstancias personales que más tarde conoceremos, y que se ofrece a llevarla en su blanco corcel, digo... su impresionante descapotable rojo.
A partir de ahí pues pasa lo que suele pasar en estos casos.
Chica guapa, chico-malo guapo y sin escrúpulos, noche salvaje —a pesar de todo lo que ambos intentan evitarlo— y, a la mañana siguiente, la chica de patitas en el aeropuerto con el neceser de mano.
Es a partir de ese momento cuando el libro realmente cobra interés para mí.
Georgie, ahora convertida en Georganne, y John no se vuelven a ver en casi siete años. En esos años —que realmente son una elipsis narrativa y que la autora nos va contando con flashbacks y recuerdos a lo largo del libro—, ambos maduran, crecen y se dan cuenta de lo que son capaces de ser en realidad, de lo que quieren y no quieren que sean sus vidas.
Personalmente me gusta más el crecimiento personal de Georganne, que pasa de no aceptar su dislexia a enfrentarse a ella, y triunfar a pesar de todo. Aunque John no se queda atrás, es capaz de ver que la vorágine de alcohol y mujeres en la que se encuentra perdido no le lleva a ninguna parte y salir de ella.

A lo que íbamos, John y Georganne se vuelven a encontrar siete años después. El recuerdo que John guarda de su breve pero intenso encuentro es muy «agradable» así que se acerca a saludarla y, ante su absoluta sorpresa, Georganne escapa, dejándose como si fuera una cenicienta cualquiera un zapatito, digo... una chequera, olvidada. John intrigado acude a su casa y se lleva, literalmente, la sorpresa de su vida. Una sorpresa con nombre propio y que tiene sus propios ojos azules, Lexie.
Lexie es el recuerdo que le quedó a Georganne de aquella larga y tórrida noche de pasión, y es por lo que ella sería capaz de hacer cualquier cosa.

Personalmente siempre me han gustado los libros con niños, sobre todo si son niños tan encantadores como Lexie. Pero a pesar del papel fundamental que Lexie tiene en el reencuentro de sus padres, la historia es para mí preciosa por ese algo de inevitabilidad que tiene desde el principio. Sabemos que John y Georganne están hechos el uno para el otro, y nos dan ganas de empujarlos para que caigan de la burra y también ellos se enteren de una vez. Pero no, nos hacen sufrir, nos llevan con ellos por los retorcidos caminos de la negación de su historia de amor, cuando es más que evidente que no pueden apartar las manos el uno del otro.

Me encanta una escena en la que Georganne está confesándose con su mejor amiga, Mae, —otro inmenso puntazo del libro, la relación de ambas amigas, porque sí, las chicas nos contamos este tipo de cosas—, y su amiga piensa que nunca le ha dicho a Georganne que sale con hombres casados porque a pesar de la absoluta debilidad carnal que siente por John Kowalsky, Georganne puede ser muy puritana.

Y luego, en el más puro estilo SEP, Gibson nos permite en este libro asistir a una historia secundaria, la de Mae, la amiga de Georganne, y Hugh, amigo y compañero de equipo de John. Una historia preciosa, pero demasiado breve, y que para mí es el único fallo que tiene el libro; me sabe a poco, debería de haberse extendido un poco más con ella.
En fin, mucho más, pero que deberéis leer en el libro; un final a-po-te-ó-si-co, y emocionante como pocos (creo que jamás había leído un final con una declaración más pública por parte del protagonista masculino).

En fin, que sin dudar le doy un diez.

Espero que os guste tanto como a mí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡¡sniff!!! me he emocionado con la crítica. Ya diré lo que pienso del libro cuando le hinque el diente (que será muy, pero que muy prontito).

penelope_glam